¿Todo lo que tengo derecho a hacer es justo?

Esta es una de las preguntas que se propusieron al alumnado francés que terminaba su bachillerato. Se trata del debate entre lo legal y lo moral donde se establece la frágil e insegura frontera que separa lo que es adecuado de lo que es correcto. Puesto fronterizo que hace posible marcos de convivencia más abiertos y flexibles, establecer consensos entre visiones del mundo no sólo alejadas, sino en ocasiones hasta incompatibles. Pero también, y por eso mismo, nos vemos abocados a aceptar por buenas situaciones que hieren profundamente nuestra sensibilidad moral. El derecho como la política no pueden permitirse demasiados escrúpulos morales, aunque cuando se desplaza demasiado la frontera hacia lo legal, alejandonos de lo justo, se extiende un terreno de nadie donde las interpretaciones interesadas del derecho nos alejan de los principios y los costos personales y sociales pueden resultar impagables.

Se trata, por tanto, de una pregunta candente, de enorme interés y actualidad. Como todas las preguntas filsóficas, pues esta tiene ese calado, sin respuesta definitiva. Vale la reflexión a la que nos obliga, no la respuesta que podamos llegar a formular. "Sapere aude".

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¿En la imagen se retrata sólo un caso extremo de lo que ocurre cuando se ejerce el derecho a hacer lo que es injusto?